Valorar el hecho de no hacer nada

Dejar Brasil me costó con todo el alma pero había que seguir el camino.
Punta del Este fue la primera ciudad uruguaya que conocí.
La lluvia y el viento fueron quienes me dieron la bienvenida.
Yo quería playa y sol y tuve todo lo contrario.

Llegar en la madrugada fue algo inesperado y pensar dormir en la terminal era algo imposible ( todo era al aire libre). Un ángel de la noche salió de la nada y me comentó que había un hostel donde me iban a abrir las puertas y dejarme dormir.

Me quedé varios días de lluvia pero lleno de conversaciones interesantes con Braulio, un pintor de 50 años de Belo Horizonte que estaba viajando solo y que su enamorado vivía en Ecuador.

Noches de empanadas y vinos eran nuestras noches. Historias idénticas, historias de no aceptación y de luchas. Miradas llenas de nostalgia. En pocos días hicimos una gran amistad.

La lluvia me espantó de la playa y Montevideo era mi mejor opción. Y en verdad que lo fue. Hizo sol todos los días y los padres de mi amigo Sebas me trataron como parte de la familia. Ellos pensaban que me estaba aburriendo por estar con dos viejos pero la verdad que no me aburrí ni un instante.

Uno aprende de cada persona y ellos tenían cada historia que me encantaba escuchar.

Irene tocó un pasillo en el piano antes de irme y eso fue un regalo.

Viajé a Colonia y me encontré con Braulio y seguimos con nuestras charlas y disfrutando de NO HACER NADA. Él me decía: la gente ya no se relaja, no valora el hecho de no hacer nada.
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A no hacer nada pero a la final se hace mucho.

Conocimos a una linda chica de Bélgica con solo 18 años y estaba mochileando, o esa era su intención y le dijimos que todo le va a salir muy bien porque ella era una persona muy cool y que para su edad era madura. Tenía como un ángel la verdad.

Ella se juntó a nosotros pero no continuaba su viaje hasta que llegue otra amiga de ella.

Nosotros seguimos viajando. Cada uno por separado pero el camino de Braulio y el mio se cruzaron en Argentina también. El ex novio de él era argentino así que ya conocía la ciudad y me la mostró.

El se marchó a su país. No nos pudimos despedir pero la amistad está hecha.

En el camino se encuentra gente que por una u otra manera no se olvidan jamás.

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Chulla vida
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