Llegada con el corazón triste

Era un día común, tomar otro bus para ir a un nuevo destino. Un día como cualquiera. Cansada de correr en las cataratas, el estar sentada en el asiento del bus fue lo mas satisfactorio y refrescante para mi.

No había avisado a mi amiga Naty que el bus salió más tarde y que por favor no llegue tan temprano a verme en la terminal.

Apenas bajamos a comer vi que en el restaurante había WiFi así que pedí la clave y ese mismo instante escribí a Naty para que llegue un poco más tarde.
Ese mismo instante me llega un mensaje de mi hermana (yo ya estaba saliendo del lugar, lista para subir al bus de nuevo) decía: ñaña la Amandi falleció, este rato estoy viajando para Guaranda.

Yo no podía creerlo y la tristeza se apoderó de mi por completo.
Amandi es mi abuela, no sanguínea, pero que fue como mi abuela siempre. El “chulla vida» lo aprendí de ella y siempre me daba unos abrazos que me hacían sentir muy querida. Una sensación de cariño única.

Yo soy católica no practicante, no creo en la iglesia y menos en los sacerdotes pero creo en un ser que tuvo que hacer todo  lo que nos rodea. Así que antes del viaje oré pidiendo por la salud de toda mi familia y amigos y en especial le pedí que no le pase nada a la Amandi hasta mi regreso a Ecuador.

Eso no pasó, esa noche ella durmió y nunca más despertó. Yo me sentía con el corazón partido y con pena en el fondo de mi alma.
Quería llegar a São paulo y comprar mi pasaje en avión para despedirme de ella.

Mi familia me tranquilizó y a la final he continuado con mi viaje.

Últimamente sueño mucho con ella y la recuerdo todos los días.

Fui llorando todo el viaje hasta llegar a mi destino. Pienso en que no la voy a volver a ver en el café o en su casa y me lleno de melancolía.

No pude mostrar mi pena absoluta a Naty cuando me estuvo esperando en el terminal ya que estábamos felices de vernos y yo estaba muy contenta de conocer a su familia y amigos. De estar en su país y de estar en su casa.

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Ella me alegró mucho ese día porque la verdad pensé que volver era la solución pero no era así.

Amandi me enseñó mucho y en especial me enseñó a dar abrazos con tanto amor.  Que no se necesita ser familia de sangre para querer a alguien con tanto amor que uno piense que no te falta ya más nada en este mundo.

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Chulla vida
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